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ESCRIBIR UN DIARIO

Hoy pedí que me contaran por qué escribir. 


Hoy pedí a quien mucho ama la palabra, que me contara de su por qué.
Mariana Mhel es una amorosa mujer, con una energía calma, luminosa que me despierta mucha curiosidad. Vive en otra ciudad, nuestros caminos se nos han cruzado algunas veces, y es de esas personas que desearías tener cerca para más a menudo compartir un té en el patio.
Les comparto lo que escribió:


"No sé muy bien por qué comencé a escribir un diario.





En ese entonces no era muy reflexiva, sólo describía a grandes rasgos lo que me había pasado en el día, sin hacer muchos juicios ni valoraciones, así que no lo expresé. Me había enamorado, eso sí. Quizá necesitaba hablar más de ese amor de lo que me parecía decoroso en público. Aunque según recuerdo, para cuando empecé el diario ya llevaba un par de años enamorada de la misma persona. (Siempre he sido bien capaz de mantener vivos durante años amores imaginarios.)




No parece que me motivara alguna angustia o una fantasía. Simplemente, un día comencé, por suerte, y no volví a parar. Sé que primero hubo una profunda atracción por la papelería. El material para escribir me encantaba (me fascina todavía), sentía un deseo irresistible de acercar la tinta al papel, de percibir su textura íntima a través de la pluma. Quizá por eso mis primeras entradas parecen tan poco sustanciosas, quizá fuera el acto de escribir lo que me interesaba.

Después, algo cambió. Pocos meses después de comenzar mi diario, murió mi abuelo. El primer muerto de mi vida. Es evidente que en ese momento la función del diario cambió por completo, de ser una bitácora se convirtió en un confidente silencioso. No había realmente hechos que contar; entonces, puse por escrito cómo me sentía, qué pensaba, mis recuerdos, mis esperanzas. Somos tan dueños de nuestros recuerdos como de nuestros olvidos, la diferencia es que estos últimos no los cargamos en la cabeza todo el tiempo.




Alguna vez, de niña, oí que mis papás tenían una conversación sobre una foto. Mi mamá se había hecho unas fotos en un estudio y no le había gustado cómo salió. Mi papá le dijo: “Guárdalas, ahorita no te gustan, pero a los 60 te van a encantar”. A los 60, pensaba mi papá, le iba a gustar su cara de alrededor de 35, sólo porque iba a ser su cara de joven, de más joven. De ninguna manera quisiera caer en el lugar común de que todo pasado fue mejor sólo porque fuimos más jóvenes o porque ya olvidamos las dificultades de entonces. Más bien, todos compartimos el misterio de tener un pasado, algo nuestro, pero sin cuerpo, un fantasma, una parte fundamental y maravillosa de nuestras vidas, pero que no existe. Así como las fotografías, los diarios, si los releemos, nos muestran un retrato de la persona que fuimos hace tiempo, algo que fue dejando de existir para abrir paso a lo que somos ahora.



En cualquier momento celebro la decisión de escribir diarios. No siempre aligeran el pensamiento, a veces, uno les da vueltas y vueltas por escrito a asuntos que, sin tanta tinta, se habrían disuelto más pronto. Sin embargo, lo que siempre me parece reconfortante, embriagante, es la sensación de encontrarme con una persona que se quedó en el tiempo, que creció, pero que de alguna manera no se perdió. Creo que escribirme y recordarme me ha servido para ir construyendo una mejor versión de mí misma, una mujer que se reconoce y se perdona, que se acepta y se critica, que se quiere profundamente."


Mariana Mhel.
Puedes ver su trabajo en  https://www.facebook.com/Bonsaiarteymanualidades/

¡Gracias Mariana! 
¿y tú? ¿por qué lo haces?

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